Atrás La investigación en obesidad vive una revolución de la mano de los GLP-1

La investigación en obesidad vive una revolución de la mano de los GLP-1

Estos medicamentos que anulan una molécula implicada directamente en la condición de una persona obesa están mostrando resultados positivos asociados a la salud cardiovascular o, incluso, neurológica.

La investigación en obesidad vive una revolución de la mano de los GLP-1

Escrito porRedacción MF

Publicado: 04 marzo 2025

La investigación relacionada con la obesidad vive una época dorada desde hace unos años debido a la aparición y comercialización de los fármacos análogos del péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP-1). Diversos estudios han ido desentrañando cómo, más allá de sus aplicaciones en la administración de los perfiles de pacientes objetivo (personas con obesidad o diabéticas), su uso se vincula a una mejoría en la salud cardiovascular, neurológica o renal.

Moléculas como semaglutida o liraglutida son dos de las presentaciones ya disponibles en las farmacias comunitarias. Ambas financiadas por el Sistema Nacional de Salud (SNS) en indicaciones concretas, siempre destinadas a cubrir la necesidad de demanda de personas con obesidad o diabéticos.

La obesidad, que aún a día de hoy se considera una condición y no una enfermedad (motivo por el que los profesionales y los pacientes demandan que las autoridades sanitarias corrijan este error histórico), se ha duplicado en adultos y cuadruplicado en niños desde 1990, recuerdan desde la la Sociedad Española de Obesidad (Seedo). Solo en España, la obesidad afecta a una de cada cinco personas (19%).

A nivel global, la Federación Mundial de la Obesidad ha publicado este martes, con motivo del Día Mundial de la Obesidad que se conmemora cada 4 de marzo, su informe anual en el que alerta de que la mayoría de los países no cuentan con sistemas sanitarios preparados para afrontar el aumento de la prevalencia de esta patología.

Por todo ello, la industria farmacéutica invierte cada vez más en investigación al respecto. Como resultado, han aumentado los estudios en fases tempranas (básica y traslacional) y también la necesidad de replantear las bases sobre las que trabajan los profesionales sanitarios.

Técnicas que se exploran y plantean son la biopsia del tejido adiposo subcutáneo como herramienta clave para el abordaje de precisión de la obesidad

Este enero, un grupo internacional de medio centenar de expertos publicó una carta en The Lancet reclamando que se ponga fin a la definición que sigue vigente respecto a obesidad, y que se basa sobre todo en el índice de masa corporal (IMC). Por eso piden que este criterio pase a un segundo plano y se antepongan medidas más efectivas y personalizadas.

Algunas de estas pasan por la identificación de nuevos biomarcadores para mejorar el pronóstico y definir un tratamiento más eficaz para cada persona. La clave se halla en la epigenética de esta enfermedad: los rasgos que expresa en moléculas y genes y que permiten preverla y, una vez se manifiesta, anticipar su posible evolución. Por ejemplo, los hallazgos en el rol de la quinasa S6K1 en el desarrollo de la obesidad y el envejecimiento.

Otras técnicas que se exploran y plantean son la biopsia del tejido adiposo subcutáneo como herramienta clave para el abordaje de precisión de la obesidad. Así lo señalan desde la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO). De esta forma se podrían determinar variables como el grado de inflamación, la presencia de fibrosis y el tamaño de los adipocitos que, en opinión de los profesionales, ayudarían enormemente a la clasificación inicial de los pacientes con obesidad como valorar su pronóstico y posterior elección de la mejor opción terapéutica.

La investigación en obesidad permitiría desarrollar nuevas vías para pacientes que, en su gran mayoría (95%) y según los médicos de atención primaria, tienen alguna complicación asociada. Entre dichas complicaciones se puede encontrar la dislipemia, que se detecta en un 54% de las personas con obesidad, la diabetes tipo 2 (52%), la hipertensión arterial (49%), la osteoartritis (45%), enfermedades cardiovasculares (37%), la apnea del sueño (34%), MASLD (enfermedad hepática grasa asociada a disfunción metabólica en un 34%) y las enfermedades psiquiátricas (31%).