Atrás La lectura como estímulo neuroprotector frente al alzhéimer

La lectura como estímulo neuroprotector frente al alzhéimer

Las personas que desarrollan un hábito de lectura durante al menos cinco años y cuentan con una educación básica mínima presentan una mejor protección frente al deterioro cognitivo.

La lectura como estímulo neuroprotector frente al alzhéimer

Escrito porRedacción MF

Publicado: 21 abril 2025

En las últimas décadas, la investigación neurocientífica ha puesto de manifiesto la importancia de las actividades cognitivamente estimulantes en la prevención del deterioro cerebral. Entre estas, la lectura se destaca como una de las prácticas más accesibles y efectivas. Más allá de su valor cultural o recreativo, leer constituye una actividad compleja que activa simultáneamente diversas regiones del cerebro, implicadas en la atención, la memoria, el lenguaje y la imaginación.

El concepto de reserva cognitiva ha sido central para comprender cómo ciertas personas logran retrasar o mitigar los efectos clínicos de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer. Esta reserva se define como la capacidad del cerebro para compensar los daños estructurales mediante una red neuronal más eficiente o flexible. La lectura regular, especialmente si se mantiene de forma sostenida a lo largo de los años, contribuye a aumentar esta reserva, fortaleciendo conexiones sinápticas y promoviendo la neuroplasticidad.

Según datos recogidos por el Ace Alzheimer Center Barcelona, las personas que han desarrollado un hábito de lectura durante al menos cinco años y cuentan con una educación básica mínima presentan una mejor protección frente al deterioro cognitivo. Estos hallazgos se suman a un creciente cuerpo de evidencia que respalda la lectura como un factor protector, tanto en etapas preclínicas como en fases avanzadas de enfermedades neurodegenerativas.

Lectura adaptada como herramienta terapéutica

En el contexto del tratamiento del alzhéimer y otras demencias, la lectura también ha mostrado ser útil como intervención no farmacológica. Lejos de ser una actividad exclusiva para personas cognitivamente sanas, puede desempeñar un rol significativo incluso en individuos con deterioro. La clave reside en adaptar el contenido, el formato y la duración de la lectura a las capacidades y preferencias del paciente.

Las sesiones de lectura en voz alta, por ejemplo, permiten estimular el lenguaje y la comprensión, reforzando áreas cerebrales aún conservadas. Además, generan una experiencia emocional positiva, que puede mejorar el estado de ánimo y reducir la ansiedad. En personas con alzhéimer, el uso de materiales breves, con tipografías grandes, y centrados en recuerdos personales o intereses específicos ha demostrado ser eficaz.

A esto se suma el potencial de la lectura para estructurar rutinas diarias, lo cual tiene un valor terapéutico adicional. Incluir momentos de lectura antes de dormir, por ejemplo, no solo contribuye a la higiene del sueño, sino que también ayuda a reducir el estrés, otro factor que influye negativamente en la salud cerebral.

Por tanto, fomentar el hábito lector a lo largo de la vida, y especialmente en la edad adulta, puede ser una estrategia clave dentro de programas de envejecimiento saludable. La lectura no debe entenderse solo como una forma de entretenimiento, sino como una intervención cognitiva con base empírica, eficaz tanto para la prevención como para la intervención en deterioros ya establecidos.