Atrás Estándares de calidad y ética en la práctica profesional de la farmacia

Estándares de calidad y ética en la práctica profesional de la farmacia

¿Es necesario renovar la actividad asistencial de la farmacia? Mª Amparo Pérez Benajas, farmacéutica comunitaria en la Comunidad Valenciana, socia de Cofares y experta en Bioética reflexiona sobre esta cuestión y analiza casos prácticos de su día a día en este artículo.

Mª Amparo Pérez Benejas, farmacéutica comunitaria en la Comunidad Valenciana, socia de Cofares y experta en Bioética

Escrito porMª Amparo Pérez Benajas

Farmacéutica comunitaria

Publicado: 14 octubre 2024

Los principios generales de la Bioética se postularon en 1978 durante la Comisión Nacional para la Protección de las Personas Objeto de la Experimentación Biomédica. Tan solo un año más tarde, Tom L. Beauchamp, miembro de la misma Comisión, y James F. Childress, se encargarían de establecer los pilares de la ética asistencial:

  • Respeto a la autonomía: respeto por la capacidad de decisión de las personas.
  • No maleficencia: evitar causar daño.
  • Beneficencia: promoción de los beneficios y evaluación del balance entre beneficios, riesgos y costes.
  • Justicia: distribución de los beneficios, riesgos y costes de forma equitativa

Sobre este tema abrimos la jornada celebrada en la Universidad de Valencia, en la cual debatimos sobre los estándares de calidad y ética en la práctica profesional de la farmacia. Una jornada en la que participamos farmacéuticos, filósofos, profesionales diversos, pacientes y personal docente de la Universidad con el objetivo de fomentar diversas propuestas de mejora del sistema asistencial sanitario en el que participan las farmacias.

Abrimos el debate con la explicación de ejemplos extraídos de mi trabajo diario como farmacéutica comunitaria. Momentos en los que he encontrado dificultad en ultimar un problema del paciente y donde la interacción paciente-farmacéutico es de máxima relevancia.

Presentamos cuatro pacientes definidos como “el paciente invisible”, “el paciente borroso”, “el paciente culpable” y el apartado que hace referencia al principio ético de la no maleficencia. En cada uno de los casos los cuatro principios de la bioética nos conducen hacia conclusiones lógicas de la necesidad de cambio y renovación en nuestra actividad asistencial como farmacéuticos comunitarios.

El paciente invisible

En ocasiones nuestros pacientes, por el tipo de patología que padecen, no tienen un acceso funcional a su tratamiento. En este aspecto, tenemos que guiarnos por el principio de justicia, profundizando en la disponibilidad física y el acceso funcional del paciente. ¿Pueden realmente todos los pacientes acceder a sus medicamentos?

El acceso a los fármacos es universal pero existe un tipo de pacientes más vulnerables que no tienen tanta facilidad. Es importante que, desde la farmacia, nos entrenemos para poder identificar estos casos y encontrar propuestas a nuestro alcance para mejorar su acceso al servicio.

Una propuesta para contrarrestar este problema sería facilitarles un servicio SPD, muy útil para que ellos mismos puedan seguir sus tratamientos de forma adecuada y sin olvidos.

El paciente culpable

El paciente, ¿es culpable de su fracaso terapéutico cuando no es adherente y cumplidor de las órdenes médicas? Debemos entender que una actuación farmacéutica dirigida para cumplir la prescripción, aún con el consentimiento informado, explícito y firmado por el paciente, podría vulnerar el principio de autonomía si no va acompañada de una estrategia de adherencia al tratamiento basada en el empoderamiento del paciente para construir capacidades, disminuir miedos y respetar el derecho a tomar sus propias decisiones respecto al tratamiento de su enfermedad.

El farmacéutico tiene un papel clave en el empoderamiento de los pacientes sobre su medicación, cumpliendo con ello el principio de Respeto a la autonomía del paciente. Esto podemos hacerlo tanto detrás del mostrador, transmitiendo y educando sobre los tratamientos de nuestros pacientes, como fuera de la farmacia, desarrollando nuevas tecnologías que permitan a nuestros pacientes tener esa autonomía sobre su tratamiento.

El paciente borroso

Definimos que un paciente está borroso cuando dejamos en segundo plano su asistencia y curación debido al límite de las competencias profesionales. En la función cuatro de la FIP/OMS se incluye la mejora del desempeño profesional en colaboración con otros profesionales de la salud, lo que nos lleva al principio de beneficencia.

Trabajar en equipo dentro del sistema sanitario nunca debe ser considerado como una amenaza a nuestra profesionalidad, sino una posibilidad de dar eficacia en el desempeño en beneficio del paciente, algo que podemos conseguir con la gestión compartida entre el médico de cabecera y el farmacéutico comunitario de confianza. Cuando existe colaboración entre los profesionales de la salud el beneficiado es el paciente.

El principio ético de la no maleficencia

Al farmacéutico, objetivamente, se le exige ser eficiente pero, ¿cómo se mide esta eficiencia? ¿Por volumen de medicamentos dispensados o por dispensar al paciente en función de su necesidad?

En este caso destacamos que la relevancia de la función del farmacéutico en mejorar la eficiencia del sistema sanitario y la salud pública viene descrita en la función tres de los servicios esenciales farmacéuticos de la FIP/OMS, según el principio ético de la no maleficencia, el farmacéutico, como sanitario, está obligado a no hacer daño en su práctica profesional. Por lo que la eficiencia del farmacéutico no debería medirse según el número de medicamentos dispensados, sino por su capacidad de comprender y priorizar las situaciones de los distintos pacientes.

Los principios de Beauchamp y Childress nos ayudan a establecer unas guías de actuación ante casos particulares según sus circunstancias ya que, ante un paciente, como farmacéuticos, somos nosotros los que tenemos la capacidad de decidir cómo actuar.