Medicamentos sin receta: ¿cómo puede guiar el farmacéutico al paciente para un uso correcto?

Los medicamentos sin receta médica constituyen una parte relevante de la farmacoterapia utilizada en el abordaje de síntomas leves y autolimitados. Analgésicos, antipiréticos, antiinflamatorios no esteroideos, antihistamínicos o antiácidos están ampliamente disponibles en la farmacia comunitaria y su uso está socialmente normalizado.

No obstante, estos medicamentos contienen principios activos con efectos farmacológicos definidos, capaces de producir reacciones adversas, interacciones y toxicidad si se utilizan de forma inadecuada. En este contexto, el farmacéutico desempeña un papel clave como garante del uso seguro y racional del medicamento.

Riesgos farmacológicos

La automedicación no supervisada representa uno de los principales factores de riesgo en el uso de medicamentos sin receta. Uno de los problemas más frecuentes es la duplicidad terapéutica, derivada del consumo simultáneo de distintos productos que contienen el mismo principio activo. El caso del paracetamol es especialmente relevante, ya que su presencia en numerosos medicamentos para el dolor y el resfriado incrementa el riesgo de hepatotoxicidad cuando se superan las dosis máximas recomendadas.

Asimismo, los medicamentos sin receta pueden producir efectos adversos dosis-dependientes o relacionados con la duración del tratamiento. El uso prolongado de antiinflamatorios no esteroideos, por ejemplo, se asocia a un mayor riesgo de complicaciones gastrointestinales, renales y cardiovasculares, especialmente en población de edad avanzada. De igual modo, algunos antihistamínicos pueden provocar efectos sedantes que interfieren con la capacidad de concentración y aumentan el riesgo de accidentes.

Uno de los problemas más frecuentes es la duplicidad terapéutica, derivada del consumo simultáneo de distintos productos que contienen el mismo principio activo

Otro aspecto relevante es la posibilidad de interacciones farmacológicas. Los medicamentos de venta libre pueden modificar la eficacia o la seguridad de tratamientos prescritos, ya sea por mecanismos farmacocinéticos o farmacodinámicos. Este riesgo se incrementa en pacientes polimedicados o con enfermedades crónicas. Además, en situaciones fisiológicas especiales, como el embarazo y la lactancia, determinados principios activos pueden atravesar la placenta o excretarse en la leche materna, lo que hace imprescindible una valoración profesional previa a su uso.

Uso racional del medicamento

Desde la perspectiva de la atención farmacéutica, el farmacéutico actúa como un filtro clínico esencial antes de la dispensación de medicamentos sin receta. Mediante una entrevista estructurada, puede evaluar la naturaleza de los síntomas, su duración, la edad del paciente y la existencia de patologías concomitantes o tratamientos en curso. Esta valoración permite determinar si el medicamento es adecuado o si es necesario derivar al paciente a consulta médica.

La labor del farmacéutico incluye también la educación sanitaria basada en la evidencia. Informar sobre la posología correcta, la duración máxima del tratamiento y las contraindicaciones contribuye a reducir la incidencia de errores relacionados con el medicamento. Además, la explicación de posibles reacciones adversas permite al paciente identificarlas de forma precoz y actuar en consecuencia.

Otro elemento fundamental es la prevención de interacciones y el seguimiento del tratamiento. El farmacéutico puede identificar combinaciones potencialmente problemáticas y proponer alternativas terapéuticas más seguras. Asimismo, promueve buenas prácticas como la lectura del prospecto, el respeto a las dosis recomendadas y la no reutilización de tratamientos previos sin asesoramiento.